Requeté

Lo masculino en lo biopolítico aparece hoy como una consecuencia histórica. No obstante, se debe aislar y examinar. Pues el propio término es poroso y puede generar una lógica propia que parte de sus contradicciones.

 

La relación que establece lo masculino con el estado se identifica habitualmente en el estado militar, desde el que el género queda jerarquizado de manera vertical y sólo la expresión máxima de éste pasa a ser prueba de poder o importancia. En el estado civil se mantienen dichos parámetros pero pervertidos, en base al contexto económico que atraviese a dicho país. Así lo comentan J. C. Cañizares Gaztelu y I. Crespo Amine en Ultrarracionalismo, aunque también lo vemos representado, en relación con el terreno, en El tercer paisaje de G. Clement. En ese caso, la relación del individuo con algo que es mayor a la suma de sus partes, como puede ser el paisaje. Clement abre la puerta a la posibilidad de un tercer estado que habita en los entres y resiste, como diría E. Espulga (2022) en relación a la revolución de tang ping: «No se trata tanto de «no hacer nada» como de «hacer nada»».

 

Y desde el tercer estado imaginario, que podría decirse que es el carlismo, se abre la puerta a la gestación de un nuevo biopolítico y por tanto, una reflexión sobre la masculinidad. Queda patente en toda la evolución del estado carlista dos formas de asentarse: mediante la ordenanza militar y la cultural. Por un lado, la milicia es adscrita al estado como una escuela de formación de hombres, no tanto para su funcionalidad sino para la asunción de su cuerpo en colectivo. Dichos planteamientos prácticos se refuerzan desde un tejido de obras culturales que activan la asimilación de términos y una nueva sensibilidad estética por y para el nuevo estado. El estado carlista necesita de una ficcionalidad para hacerse entender, al igual que el jacobitismo que primero asume un gesto propio cultural —desde la mitología, la poesía de vanguardia, la pintura y la veneración de sus paisajes— para que el estado militar sea uno y tenga algo por lo que batallar.

Este proyecto de tesis parte de la noción del requeté, cuestionando si éste podría ser un término subversivo a la hora de tratar la masculinidad en el arte. Para ello deberemos abordar primeramente la noción de lo masculino. Una vez activado dicho término haremos una exploración de lo biopolítico partiendo de autores como M. Foucault, F. Nietzsche o P. B. Preciado. Finalmente trataremos el término requeté no solo desde su contexto, sino desde su potencialidad en la actualidad, buscando así los límites de su performatividad.

 

Son varios autores que marcan esta investigación los que definen causas que nos atraviesan en tres fases de lo superlativo. Empezando por M. Duarte (2022), que expone un descenso hacia los infiernos de la mili y un ascenso a partir de ahí, ambos en tres pasos, en comparación con los tres estados trascendentales del ser. Para el descenso marca: a lo feo (lo bello), al dolor (lo bueno) y al engaño (lo verdadero). Y para la ascensión propone volver atrás en el camino: música (la verdad), mascotas (la bondad), homosexualidad (la belleza). En esas tres fases se analiza al humano, en éste caso al hombre, en distintos grados de relación con la causa asociada, en este caso la masculinidad.

 

Ramón del Valle-Inclán proponía en 1922 otro ascenso paralelo —siendo éste un ascenso hacia la mística de la estética pitagórica— en tres estados llamados las tres rosas estéticas. Dichas rosas insistían también en la relación del humano con el universo y su creador —primera rosa como Logos Espermático, segunda como Clásica Geometría, y tercera como Unidad de Conciencia—. En estos tres estados el humano tiene una forma concreta de relacionarse con su entorno y su interior. Una forma de conocer y autoconocerse, respetando saberes tanto de la alquimia como de místicas orientales.

 

Estas fases del ser también se aplican a la política moderna, teniendo en cuenta la relación del individuo con el poder o del individuo con el estado. Para la primera categoría, É. de la Boétie hace una analogía entre el estado francés del siglo XVI y el antiguo pueblo de Siracusa. Achaca la tiranía de Dionisio a tres estados por el que pasa un ciudadano al que se le otorga excesivo poder. Primero se convierte en capitán, asumiendo que ese poder es militar; más adelante pasa a ser rey, conquistando no solo guerras sino también la veneración de su pueblo; y finalmente queda pervertido en tirano, desde donde el poder se superlativiza en grotesco.

 

Finalmente es M. Foucault quien estudia las tres figuras que constituyen el ámbito de la anomalía, para el estado en general y para el peritaje psiquiátrico en específico. Siendo éstas el monstruo humano, el individuo a corregir y el niño masturbador.

 

Son estas categorizaciones y términos los que atraviesan mi investigación, activando redes complejas y cruces entre ordinarios. Con la intención de poder introducirme en las grietas de los términos y todos los entres que quedan de estado a estado y de fase a fase.

 

El príncipe austriaco Federico-Carlos Schwarzenberg fue voluntario durante la primera Guerra Carlista. En su libro Aus dem Wenderbuche eines verabschiedeten Lanzknechtes, comenta el autonombramiento del tercer batallón de Navarra, a las órdenes de Zumalacárregui, como Requeté. Y explica el origen del término como música para el baile, y su resignificación en canción para el combate. Así una obra lúdica de carácter popular pasa a ser primero instrumentalizada como parte de la liturgia bélica/ estrategia militar, y más adelante como el propio término con el que dicho batallón se define e identifica.


De manera opuesta, Beethoven toma el Mambrú se fue a la guerra, canción popular de origen francés que llegó a España por influencia borbona y fue adaptada por los niños para el juego de la rayuela, como fragmento de su pieza Wellingtons Sieg, sobre la batalla de Vitoria. Para la cual hizo uso de diferentes piezas populares francesas e inglesas y disparos de cañón, como forma de profundizar en el verdadero espíritu vivido en 1813.


En ambos ejemplos, ciertas obras culturales son instrumentalizadas y desistrumentalizadas en función de las necesidades tanto del propio estado, como de los artistas de la época. De igual forma se ve en las contrarrevoluciones jacobitas, coetáneas a las batallas comentadas. Jon Juaristi, profesor en la Universidad de Alcalá de Henares, muestra una mirada del jacobitismo como primer movimiento de promoción hacia el extranjero, en el cual todo elemento cultural queda utilizado en función de la pervivencia y proyección de dicha cultura. Es así, como recientes reivindicaciones Escocesas han partido de los símbolos sembrados en el jacobitismo para distinguirse de Reino Unido, como la tartanización, las novelas novelas de Walter Scott y Robert Louise Stevenson, los poemas de Ossian y la apropiación del término salvaje sublime para designar sus paisajes naturales.

 

Cristo en la tumba de Holbein para Angel Bados corporaliza la contradicción del verbo encarnado de Cristo en la no asunción por el hombre de su cualidad limitada, ya que el modelo que toma Holbein para su Cristo yaciente es un suicida.

 

La necesidad de una época de expandir las ideas como imágenes virtuales, es decir, como spam —siendo el siglo XVI un momento en el que las imágenes sacras se expandían como publicidad engañosa, representante de una humanidad no del todo veraz—, podría decirse que supuso el uso de representantes abyectos para encarnarlas.

 

Del mismo modo, en 1962, Pasolini llevaba con su cortometraje La Ricotta, una extrapolación similar de la imagen estereotipada que trataba de colarse en la casa de toda familia italiana —el descenso de la cruz, en este caso— a un contexto político complejo, el cual, si se hace caso a la breve introducción que hace el autor, requiere de lo abyecto para poder representarse. No desde la burla, sino, aunque parezca mentira, desde la admiración.

 

¿Puede ser que la búsqueda de una imagen no requiera tanto de verosimilitud sino de ojimetría? Me explico. La forma en la que estos artistas llegaron a ser spamistas no fue cumpliendo a rajatabla los preceptos de su empresa, dígase la Iglesia católica, sino convirtiendo el texto en imagen para poder llegar a los buzones, no solo de los posibles compradores, sino de sus propios jefes.

 

Así mismo Carl Sagan en 1972 recibiría el encargo de diseñar la placa de la Pioneer. Primera auto-identificación global de cara a una civilización otra. Podría decirse, que al igual que el suprematismo de Malévich, un camino de sucesos históricos —avances, catástrofes y anécdotas— habían concluido en el momento en el que el ser humano debía presentarse de manera absoluta. Pero, pese a que pareciese el final del camino, diez años después, Sagan se retractaría. En su novela Contact, de 1985, Sagan describe una carrera espacial que más bien es política, en la que el sistema de representación nunca es unánime y que pese a hacerse democrático, distintas escuelas de pensamiento atraviesan la causa pervirtiéndola. La imagen total y autosuficiente de la humanidad nunca llega a consumarse, pues dicha imagen necesita de consenso y, de algún modo, algo que caracteriza los sistemas socioeconómicos en la posmodernidad es la falta de unanimidad. 

 

Queda así otra contradicción, al igual que la del suicida que es pintado como Cristo o el descenso de la cruz de Pasolini. La placa de la Pioneer también es otro spam que pese a hipervisibilizarnos de alguna forma, invisibiliza, obvia y rechaza. Podría decirse que estas imágenes, como el spam, son el negativo de un intento.

El desarrollo del canon pasa a ser unidad de medida en distintos campos humanísticos. Aunque, la propia asunción del canon puede llevar, a dicho campo humanístico, hacia un metalenguaje, desde el que ya no sólo habla de uno mismo sino que explora sus propios límites.

 

Decía Valle-Inclán que la anécdota es el verbo de la Historia. Esta mirada se diferencia de la micro-historia en que la micro-historia hace un esfuerzo pormenorizado para llegar a lo abyecto. La anécdota, como indica su propio nombre, es anecdótica y no debería colocarse a la misma altura que el gran hecho reglado por la Historia. Marie Bardet, en el seminario de La ola en la mente, hacía hincapié en la importancia de un hecho pequeño para la Historia, pero no porque éste sea pequeño sino porque es importante. Es decir, no todas las anécdotas pueden pasar a la historia del canon, pero se debe entender que dicho canon está tejido de anécdotas, y dichas anécdotas, cuando se ensamblan, pueden llegar a generar hechos históricos, o cuanto menos espectaculares.

 

De este modo, el sensacionalismo analiza y sesga todas estas acciones pasadas para rescatar solo su cuerpo y abandonar todo lo de más. No todas las cenas son importantes, aunque las organizadas por Isable Preysler puede que sí lo sean. En este caso, Isabel Preysler es el cuerpo de la anécdota. La raíz del verbo. ¿Siempre es un personaje la raíz del verbo? Yo diría que no. Lo anónimo también puede ser singular. Si en una comida, pongamos que una boda, la familia del novio acaba en disputa con la familia de la novia —siendo el banquete en el Hotel Londres y la disputa tras pedir al DJ una de Benito Lertxundi— la anécdota encuentra su cuerpo y pasa a formar parte de material sensacionalista. Una disputa en una boda es algo común, pero la acumulación de factores anecdóticos lo convierte en verbo para la historia popular.

 

¿Puede entonces la acumulación de anécdotas generar un tejido topocrónico de una sociedad? Pues yo diría que sí, la verdad. Por ejemplo, si hablamos del cine de los años cincuenta y sus clichés podríamos hacer o bien un estudio cronológico de sus grandes éxitos de taquilla, o bien diseccionar aquella prensa del corazón, la cual abarcaba todo el panorama cultural en un campo sustrato donde nada era irreductible y todo llevaba a algo.

 

Elsa Schiaparelli, diseñadora popular en los años treinta e inventora de la falda-pantalón, se casó con el conde de Wendt de Kerlor, el cual la abandonaría. Junto a él tuvo a una hija, Gogo Schiaparelli, conocida como socialité. Gogo se casó con el magnate Berenson y tuvo dos hijas, Marisa y Berry. Marisa Berenson se haría popular tanto por posar para Andy Warhol y diversas revistas de moda, como por musa del cine italiano de los años setenta. En cambio, su hermana Berry sería menos conocida. Fue fotógrafa y modelo, aunque en internet no hay prácticamente obras suyas. Berry Berenson se casó con Anthony Perkins, después de que éste saliese de un campamento de conversión para personas homosexuales. Anthony Perkins previamente tuvo una conocida relación con Tab Hunter, estrella del cine adolescente de los años sesenta. Diez años atrás Anthony Perkins conoció a Elizabeth Taylor en el rodaje de una película, a quien le confesó todos sus secretos. Casualmente, James Dean también hizo lo mismo, al igual que Rock Hudson. En los años ochenta Anthony Perkins, que vivía en Nueva York, acudió al médico por fiebre alta y la enferma, sin que él se enterara le hizo las pruebas del VIH. Al ver que el resultado era positivo, decidió no avisarle y llamar directamente a la prensa. Berry Berenson se enteró de que su marido tenía VIH antes que el propio Perkins. Poco después Anthony Perkins moriría. Elizabeth Taylor se convertiría en una de las mayores embajadoras por la lucha contra el estigma, recordando siempre a sus amigos y confidentes, entre ellos a Anthony Perkins. Tab Hunter, años antes, perdió gran prestigio al ser uno de los primeros actores en salir del armario, pero John Water, fan suyo desde la niñez le haría la nueva estrella de sus películas como partener de Divine. 

 

Diez años después, exactamente en el 2001, Berry Berenson volvía de sus vacaciones en California en un vuelo hasta su casa en. Nueva York. Precisamente el once de septiembre.