Especular señala un pensar creador que sucede más allá de la experiencia o el encuentro con el mundo (aunque puede tener su origen en la experiencia), y que busca llegar a lo no visto (a lo que no es posible comprobar por medios sensibles), por medio de la creación de una imagen mental o forma-concepto. El quehacer especulativo en el entorno de una investigación artística no sólo otorga imagen mental a su objeto, sino también presencia sensible, cuerpo material. Se busca en este apartado reflexionar sobre cómo ese cuerpo material también opera en otro sentido especulativo: que la acción poiética tenga como fin (entelequia) la comprensión —y la exposición estética— de los modos de conocer aquel complejo objeto que investiga.
Para buscar tal integración, la que se daría en la superficie estética de una obra o investigación artística y que he designado antes como la unión entre diversas formas de conocer, habrá que mantener el reconocimiento de las diferencias entre el conocimiento que es por especulación o intuición y el que es por concepto. El fin es identificar un tipo de conocimiento que es simbólico.
Muchos de los procesos artísticos se establecen como búsqueda ordenada y sistematizada que problematiza y/o hace aparecer —en materia estética— aspectos del mundo antes oscurecidos o no valorados, o bien que no tenían medios para llegar a hacerse inteligibles. Esa acción creativa —volver a lo no dicho y dar forma a lo no visto— recuerda aquella primera acepción de investigación, derivada de su etimología latina in-vestigium: ir detrás del vestigio, de la huella, de aquello que hemos perdido o no hemos nombrado.
La creación artística da lugar a la producción de una materialidad propia sobre la cual se concretan ideas que no tendrían expresión en otras formas de nombrar (o que no alcanzaban expresión completa), como las conceptuales o las del lenguaje lógico-proposicional. Esta producción sensible se da en el lenguaje simbólico (que no es conceptual y se estructura de formas, colores, signos, gestos, trazos, figuras retóricas, etc.), el cual propicia pensamientos que eran inasibles para el concepto acerca de lo innombrado, haciendo lo ininteligible, inteligible.
El primer reconocimiento del arte como investigación recae aquí en un valor propio, el de la producción del lenguaje simbólico en la dimensión estética, desde donde es posible nombrar sin conceptos.
El criterio propio de las artes dentro de la investigación —tal como aquí se propone— está predominantemente definido por ese modo de producción simbólica y lo que esta propicia. Se trata de una creación especulativa —de objetos e ideas estéticos— similar al pensamiento filosófico especulativo, en tanto que busca la unión de intuición y concepto para preguntarse por un problema del mundo, por un objeto deseado, amado.
Hay similitudes entre la especulación filosófica y el proceder simbólico de las artes. Tanto la especulación filosófica como la estética tienden a la creación de una abstracción —la una, en los conceptos; la otra, en una imagen de espejo (imagen, aquí, no se reduce a la producción visual, sino que refiere a todo elemento perceptible)— cuando intentan conocer una dimensión incognoscible de su objeto. Es la unión de la idea —lo que se intuye de lo inefable— con la expresión material lo que da lugar a un imposible, a una palabra muda (Rancière, 2009), a una paradoja en la que ocurre la expresión de lo inalcanzable en soporte sensible, sin agotarle.
Por eso, el proceso artístico que lleva a una idea a realizarse en expresión sensible, estética, es especulación.
De la cualidad creativa especulativa que es propia tanto de la filosofía como del arte, se crea una imagen de espejo del objeto de investigación —del objeto deseado—. Pero esto no sólo responde a que se le ha delimitado desde un criterio epistemológico (a lo que se ha llamado construir el objeto), sino también a que se le concreta en una creación porque se lleva el pensamiento sobre el objeto de la potencia al acto. Así, se dirá que, en el arte, se crea la imagen del objeto en el sentido original de ποίησις (poíesis), traer una idea a la existencia material.
La capacidad poiética tanto de la filosofía como del arte crea objetos particulares, pero sólo el arte introduce presencia sensible en el mundo. Decía Deleuze que, la filosofía crea conceptos y el arte, perceptos (remitiendo a las ideas estéticas de Kant). Los perceptos son percepciones e intuiciones puestas en común —en materia pictórica o escultórica— que dejan de lado la subjetividad y trascienden en la obra para quien las percibe (Deleuze y Guattari, 1993; Vilar, 2017). Se dan en lenguaje simbólico, el que está construido por palabras y recursos retóricos literarios, así como por colores, formas, figuras, temperaturas, gestos, sonidos, entre otros, que expresan lo que el concepto no puede.



