¿Qué tipo de vinculación adquieren el concepto y el símbolo en la especulación estética?
He mencionado antes que la fábula, para Rancière (1996), se construye a partir de elementos heterogéneos que se unen como por contraste. Pero el contraste o la contradicción no quieren oponer irremediablemente símbolo y concepto, sino enfatizar, por lo menos en la interpretación que aquí se da, que su necesaria diferencia no impide su unidad. Habrá que preguntarse, quizá permanentemente, en qué medida y cómo.
La propuesta es que en la unión de ambos ampliamos maneras de producir sentido acerca de aquellas cuestiones problemáticas que nos arroja el mundo, sin agotarlas, evidentemente, sino reconociendo que en el proceso de indagar se nos presenta la imposibilidad de obtener en su totalidad la multiplicidad del mundo. ¿Cómo nominar sin pretender agotar ni aplanar lo otro?
Se ha dicho que filosofía y poesía parten de un mismo cometido: ver, pensar el mundo (Vilar 2013). Muchas veces se han relacionado y esta relación en el tiempo ha sido proteica (Jiménez, 2020). Heidegger (1992) había asegurado que aunque la filosofía nombra al mito y lo desarrolla, es el mito el que da las palabras a la filosofía.
Ramón Xirau (2003), filósofo de origen español nacionalizado mexicano, trató de encontrar no sólo la posible unión de estos lenguajes, sino su propósito. El filósofo nos lleva de nuevo ante el problema de la limitación del conocimiento experiencial, pero, en ese mismo lugar, encuentra la intersección entre filosofía y poesía, y ese lugar es el saber. Para este autor, el saber no es mero conocimiento paramétrico, sino cosmovisión o visión de mundo que, dice, ‘prefiero llamar, con un término viejo y rico, metafísica’ (2003: 332), porque la pregunta por el ser, su causa, su destino, es aquella que impulsa tanto filosofía como arte.
Reconozco, como Xirau, que filosofía y arte parten de las mismas preguntas, pero responden desde procederes distintos, pues, como se pudo deducir en otras notas de este texto, trabajan una con el concepto y el otro con el lenguaje simbólico. Pese a ello, hay momentos en los que ese pensar sobre el mundo en cada uno de los procederes llama al otro: ‘Para referirse al espíritu Hegel se ve obligado a emplear metáforas, paradojas, lenguaje poético. ¿No subsiste en Hegel la herencia del misticismo alemán?’ (337).
Ahí es donde se enfrenta un problema fundamental: la filosofía, el filósofo, usan imágenes para crear conceptos y, de la misma manera, el poeta crea imágenes con los conceptos; ‘en este preciso sentido tan filosófica es la Divina Comedia como lo es esta cascada de argumentos “eróticos” que es el Fedro de Platón’ (Xirau 2003: 332).
Persiste, sin embargo, la idea en Dante, en Longino, en Vico, quizá en el propio Xirau, acerca de la poesía como conocimiento que se da por alegoría y no por concepto, no por razonamiento intelectivo. Incluso Vico, de alguna manera, presiente a la poesía como inicio necesario para llegar a lo puramente conceptual (Rancière, 2009; Frayling, 1993; Xirau, 2003). Los románticos, pese a las evidentes diferencias entre concepto y símbolo, imaginan una vinculación más estrecha que no necesita de la superación de la poesía para generar pensamiento. Vieron en la poesía un conocimiento supremo, incluso mayor que la filosofía o donde esta alcanza su cometido.
Según Schelling (1999), el arte lleva a la existencia —produce materialmente— ideas acerca de las cuales la filosofía sólo puede especular. Entiende al símbolo como la síntesis entre lo ideal y lo real, que ocurre como máxima expresión en la escultura (la plástica, como él la llama) porque lleva a la existencia no sólo unidimensional, sino tridimensional, lo que por intuición alcanzamos de manera abstracta en la idea. Ese es el procedimiento por el cual ‘la actividad estética se vuelve mediadora entre las actividades teóricas y prácticas[, y el arte] se convierte en la tarea más elevada de la filosofía, el momento en que la intuición intelectual se contrasta a sí misma en su existencia en el mundo’ (XIX-XX).
La ópera tiene una función similar a la escultura, nos dice Schelling, quien entiende a la primera como arte total que muestra con el sonido, el movimiento, el espacio o el cuerpo aquello que la filosofía sólo podía señalar por medio de la imagen virtual. Se trata de una creación que no nace como producto de la especulación, sino que es ella misma especulación, porque vuelve imagen de espejo y de materia aquello que sólo era posible en la idea
Como arte en movimiento que implica gestualidad, temporalidad, pero también poesía hablada, cantada, la ópera nos acerca a lo que aquí propongo como una de las formas en las que se da la investigación en arte, en cuya superficie estética o forma sensible se unen o sintetizan diversos lenguajes para alumbrar una idea difícil de asir; porque, para Schelling, la intuición intelectual se une a la materialidad artística en la obra que es 'Símbolo'.
El símbolo, para los románticos, adquiere un sentido más amplio que el de lenguaje retórico, pues es puente entre lo meramente ideal y lo tangible de una verdad. El símbolo adquiere connotación especulativa, es espacio de reflexión que produce reunión entre forma (concepto) y materia (Schiller, 2019).
Cómo el arte atiende un aspecto e intenta —ensaya— nominarlo es el problema de la belleza, porque, para Schiller, sólo en la belleza del símbolo se da la unión integral del pensar el mundo desde lo teórico y lo práctico (la acción y la creación artísticas). Belleza, aquí, debe entenderse como búsqueda amorosa por nombrar justa, adecuadamente aquello que requiere ser nombrado. La pasión y la acción, el sentir y el pensar se encuentran en estado estético, dando presencia sensible, representación simbólica o social al pensamiento; deviniendo ellos mismos pensamiento en esa reunión, que implica acción (práctica, puesta en obra).